Amantes de la naturaleza, a pesar de la acusada diferencia térmica de este mes, nuestras salidas a los bosques mediterráneos suelen estar marcadas por días soleados y despejados. Entre las nieblas características de este mes observamos una vegetación en reposo, aguardando la bonanza primaveral, mientras que la mayoría de los reptiles y anfibios están en un momento de profundo letargo. Millones de aves aprovechan sus últimos días de estancia entre nosotros alimentándose antes de emprender el largo viaje que les llevará a sus áreas de reproducción. En las frías noches del bosque, sonidos extraños, roncos y resquebrajados surgen de las profundidades entre los alcornoques y los espesos matorrales, los solitarios gatos monteses buscan en la nocturnidad su amante, para luego pasado algo más de dos meses, las gatas parirán en recónditos encames situados en cuevas. Para muchas especies, los fríos días de enero son una época de sueños y recogimiento, pero otros muchos persiguen la proximidad del hombre, en busca de alimento y cobijo introduciéndose en corrales y desvanes. Si las noches contemplan el deambular encelado de búhos reales, gatos y zorros, las soleadas mañanas son testigo de cómo las grandes rapaces inician sus madrugadoras manifestaciones nupciales, pero si madrugador es el cortejo del águila perdicera, más lo es el buitre leonado, una de las mayores rapaces de nuestra fauna, se enfrenta a hielos y neviscas encubando en las altas cresterías de la sierra del voluminoso su único huevo. Roncos gañidos suenan en nuestros bosques durante los amaneceres y entrellados de enero, escucha… es la naturaleza.
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