Tanto los escorpiones como las arañas son arácnidos que muy curiosamente se diferencian del resto por poseer seis pares de apéndices, de los cuales dos de ellos son al servicio de la boca. Presentan el cuerpo dividido en secciones, la cabeza (cefalotórax) y el abdomen, claramente se ve en las arañas y menos aparente en los escorpiones. Las arañas pueden que sean las mal afamadas tarántulas las que con mayor facilidad se vinculan a estos suelos pedregosos y despejados de los medios esteparios, planicies resecas, entre matorrales de tomillo o de esparto resulta muy sencillo encontrar sus pocillos desperdigados. Las tarántulas son arañas grandes y pasilargas vestidas de unos tonos crípticos y grisáceos a base de matices pardos, temidas por su gran agresividad y por la potencia de su veneno. Su existencia transcurre ligada a sus madrigueras formadas por unas típicas excavaciones cilíndricas hundidas verticalmente en el suelo hasta un palmo de profundidad. Llegan a acumular briznas de paja, palitos o minúsculos guijarrillos. Predadores natos suelen cazar grillos, saltamontes y todo tipo de animalillos chicos que osan a pasar por delante de su madriguera. Un animal paciente donde los haya en su rito de caza, abalanzándose con una increíble rapidez sobre sus potenciales presas. En su reproducción, las hembras arrastran durante varias semanas la bolsa de seda que contiene los huevos, mantienen en alto la bolsa con el objetivo de que los rayos del Sol calienten y aceleren el desarrollo de los huevos. Una ves nacidas las pequeñas tarántulas se instalan en el dorso de la madre, allí permanecerán por lo regular hasta el final del verano, época en la que se independizan de la madre para adoptar un género de vida errante hasta que al alcanzar la madurez sexual, constituyen su propia madriguera y se desentarizan.
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