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20 may 2011

Un alto en la Ruta de la Seda (Parte 3)



Nuestra salida de la ciudad de Bam la realizamos caminando por la senda marcada por los nómadas hasta alejarnos, echando un último vistazo atrás para recordar una imagen sin igual. Avanzando en nuestro camino llegamos a una pequeña aldea llamada Darvaza en Turkmenistán, en pleno desierto árido de Karakum, sus subsuelos ricos en petróleo y gas natural nos deja ver un enorme agujero con tamaño descomunal. Nos encontramos frente al Cráter de Davanza también conocido como la puerta del infierno. Entre las llanuras del desierto a lo lejos deslumbramos en el ocaso de la noche como mana de la tierra un manto de luz color cobre, acercándonos con cautela observamos que ese manto no es más que fuego que nace del subsuelo ardiendo sin pausa día y noche, haciéndonos sentir que nos encontramos en las mismísimas puertas del infierno, presenciando un escenario apocalíptico de sesenta metros de diámetro y veinte metros de profundidad, nos deja ver como genera un magnetismo enigmático frente a los insectos que habitan en el lugar atrayéndolos a las puertas de la luz infernal para morir. Lleva ardiendo desde hace aproximadamente unos sesenta años, se trata de una cueva subterránea de gas natural de la cual el hombre osó de su valentía prendiéndola sin más. Desde entonces hasta nuestros días nos ofrece un paisaje muy singular siendo único en el mundo. Nos damos cuenta que es una fusión entre el hombre y la naturaleza, una lucha entre los dos del poder terrenal, un escenario dantesco en mitad de la Ruta de la Seda nos vuelve a dejar atónitos, casi sin palabras de lo que la naturaleza se le antoja mostrarnos. Descansaremos hasta el amanecer cerca del volcán subterráneo fijando nuestra mirada en una creación que es efímera día tras día.

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