El más joven de los sistemas montañosos de la península, elevado en las postrimerías del plegamiento alpino, caracterizado por la débil apariencia de conjunto que propician una serie de enormes y pesados macizos montañosos dispuestos con poca cohesión entre si. Al igual que en el Valle del Ebro, se depositaron durante el terciario sedimentos de origen marino y lacustre. La blancura de estos materiales, margas y yesos fundamentalmente apenas han ofrecido resistencia a la erosión fluvial que han mordido y tallado el terreno modelándolo hasta obtener el paisaje actual, formado por un conjunto de llanuras de variable amplitud entre las que se intercalan y donde el relieve se ondula formando cárcavas, barrancos y laderas que componen en más genuino y completo ejemplo del paisaje “bob lands” de la península. Un panorama que podríamos calificar de lunar por los tonos amarillos, ocres, rojizos y hasta violáceos de las arcillas desnudas que forman caprichosas formas. Dientes aguzados, aristas increíbles en su curvatura, barranqueras, terraplenes provocadores recrean este paisaje un mundo eminentemente visual.
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